Como una polilla en celo,el ,explotaba de amor, los ojos se le nublaban coquetamente de lagrimas blancas, la mirada se le escapaba olvidando el control y los poros de la piel se excitaban groseramente explotando en una erección repentina y veloz.
Era el rastro que sigue una jauría para deleitarse con la presa herida, pero en lugar de huesos y cartílago, su premio era una mirada al quiebre suave de su cintura y los lunares que se alzaban de su espalda desafiantes.
Su pasión la había hablado solo con Jesucristo y en sueños únicamente, el le comentaba su obsesión y bajaba la cabeza por su impertinente deseo y pasión por aquel fenómeno natural con nombre de princesa.
Cristo lo consolaba y se consolaba a si mismo, en sus adentros extrañaba a la Magdalena ,extrañaba su olor a calle, sus piernas de tormenta y la sensación de la eyaculación que agradable la llenaba uniendo en un abrazo de amor a los dos amantes galileos.