domingo, 25 de febrero de 2018

Guanacaste

En la planicie gigantesca, donde lo que marcha es un ejército de delgados y amarillos tallos, se ha desbordado desde tiempos sin fecha el Tempisque magnifico, que, al igual que tus manos precisas, moldea la tierra y aplanan las lomas y cerros.

Yo sé que no tienes los ojos azules como este cielo eterno, que tus labios no son del color de la inflorescencia del carao, que no naciste en esta pampa y que lo moreno de tu piel es de familia y no por el trabajo pero aun así todo en este seco paraje se me parece a ti.

El tiempo, que lento se percibe, me da una oportunidad más grande para pensar en tus caderas, en la manera en que mi mano acerca nuestras entrepiernas y mi brazo firme conquista tu espalda.

El sol que favorece esta bella tierra Chorotega, me deshidrata, y me hace desear de tu cuerpo el frescor, lo hidratante de tu risa y la sombra de tus pestañas.

Las nubes de polvo que revientan en mis ojos y me secan los lagrimales, son la analogía perfecta para el dolor de no poder ver, de mi persona favorita, la más horizontal de las sonrisas.

lunes, 29 de enero de 2018

Cuando recojo el agua con las manos, una gran cantidad se me escapa por las heridas de puñal en ambas palmas, mi visión se desenfoca y aunque morir y llorar al mismo tiempo sea imposible, siento que lo logro, en el mismo espacio diminuto, al mismo calor vastamente conocido.


El fuego reacciona de manera interesante sobre mi piel, se esperaría que se inflara, estallara y se derritiera, que me doliera seria lo común, gemir y sufrir, en ese orden. Pero mi piel ya no es mi piel y el fuego me rechaza en confabulación con los regentes de mi consciencia.


Por frío

Por seco

Por ese bostezo permanente en el que me he convertido.


Aunque no lo sabía, y no lo sabría hasta mucho tiempo después, quemarme ha sido una reacción instintiva, un deseo por conocerme, por saciar esa curiosidad. ¿Cuál es mi sabor, mi gusto? ¿Cuál es mi olor cuando lloro? ¿Disfrutaba estar cara al sol o sólo me gustaba sentir el picor de su luz? ¿Estaré eternamente anestesiado? Tal vez me caí algún momento en una cama de agujas dormilonas que me punzaron,  penetraron con un líquido de desidia que sustituye mi sangre y bloquea mis glándulas emocionales.

viernes, 12 de enero de 2018

Troglodytidae

Yo me he estado esforzando a diario por enseñar a una bandada de soterrey silbadores a cantar a la mañana esas canciones que te gustan.

Estos silbadores han decidido que te gusta más la noche, el frío de la ciudad soplando entre tu pelo.

Dicen que es la razón para  esa preciosa mirada felina y una sonrisa tan real como los mordiscos que nunca me dejaron cicatriz.

Me intriga saber si fue acaso la infinita rudeza del mar o la sensación de papel de lija de tu labio inferior, lo que cambio mi manera de ver los días.

Ahora cuando amanece, saboreo una  naranjilla silvestre con su ácido y poca voluntad de ser comida , cuando amanece te veo, los ojos de cartón, los labios secos y la sonrisa cansada, sin lamentaciones y completamente altanera. Se me traslapan los latidos.

A la tarde te visito sentada sobre el atardecer, bajo tus pies, yo, y en mi la sonrisa de quien se siente pequeño.

Y cuando la noche nace, cuando ya no se  por donde ir, me dejo guiar por la profundidad de tus ojos serios y la contradicción de tu risa, por el palpitar a destiempo de mi corazón al sentir en mi cara tus manos.