lunes, 25 de septiembre de 2017

Mi hidra de Lerna

Mirarte a la distancia.

Que la luz que reflejes viaje mediante el vector de tu preferencia, penetre en mis ojos, se me genere un suspiro y me detenga a pensar en lo hermosa que eres. No se compara a tenerte a un brazo de mi, luchando con la comida y el peligro de mancharte tu camisa. Los ojos concentrados y el pelo que cuelga, acariciando las mejillas pobladas de cicatrices.

Bendita seas y bendita sean las costumbres asiáticas y la ausencia de tenedores, que liberan en su etiqueta de mesa compleja, la más hermosa de las sonrisas.

El mirar tu naturaleza alegre me hace sentir el alma revivir, mis pies temblar, mis uñas crecer y mis mejillas calentarse de nuevo, renacer sin saber que estaba muerto, recuperar de la vida las ganas y con esas ganas comprender que la ciudad es fea cuando la vemos con el catalejo incorrecto, pero que con el cristal memoria de la vez que vi tu espalda y jure que no, de tu risa escandalosa y tu manera de entrecerrar los ojos cuando gimes, los caños se transforman en ríos y las aceras en bosques fríos que camino descalzo, con una canción en los labios.

Las pitoretas de los autos son guitarras hechiceras que desintegran la calma y la elegancia de un silencio pasado por agua y el concreto de las calles se convierte en el espejo perfecto para ver la sonrisa dibujada en mi cara y aunque no me escucho, se que estoy contándome que soy feliz.



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